El pasado 15 de abril del 2023 fui invitada a participar en la II Conferencia Anual de Abogados Penalistas (CONAP) para conversar sobre los desafíos de la litigación oral en la actualidad. El tema demandaba un autoanálisis y, cuando no, una autocrítica.
A continuación, algunas de las propuestas anunciadas en el evento. En principio, no se trata de un numerus clausus, existen muchas otras ideas que abonan en nuestro propósito, pero estas sirven para sentar las bases de una agenda que nos permita enrumbar en aquellas tareas pendientes que nos permita una mejor versión profesional.
Con frecuencia se suele entender que litigar implica solamente hacer uso correcto de las técnicas de examen o contra examen de testigos y/o peritos, de saber cuándo y cómo objetar, de cómo presentar tus alegatos de inicio y de clausura en el juicio oral, entre otras, o, peor aún, entender el litigio a la sola oratoria. El litigio no se agota ahí. Todo ello es necesario, sí, pero resulta insuficiente para una actuación solvente en los tribunales.
Litigar demanda, además, contar con conocimientos sólidos de hecho y de derecho. Cuando construimos nuestra teoría del caso, necesitamos de tres componentes: fáctico, jurídico y probatorio, definidos con una base estratégica que se proyecta y define durante el proceso. El abogado que litiga está en la obligación de dominar la teoría sustancial y procesal. Solo si tenemos esta base lograremos construir una defensa sólida. La práctica necesita de la teoría para solventar un caso exitosamente.
En el ámbito penal, litigar eficientemente requiere contar con un conocimiento integral de distintas áreas: penal, procesal penal, constitucional, penitenciario, entre otros. Debemos tener una visión integral y conjunta, diría necesaria e imprescindible. Estas áreas son inseparables, es así como el litigio requiere que se complementen de manera conjunta.