La economía de nuestro país ha sido catalogada como una de las que mantiene un crecimiento estable en la región. Somos un país que busca fortalecer la democracia, disminuir la pobreza y superar los niveles de
analfabetismo, estableciendo políticas de inclusión social. No obstante, tenemos un punto débil: la inseguridad ciudadana en aumento que ha merecido nuestro reclamo constante ante las pocas o nulas medidas de solución.
No necesitamos tener una bola de cristal ni poseer poderes extraordinarios para entender que nuestra ciudad está cubierta de una inseguridad cada vez más latente. Para ello basta con analizar nuestro propio caso o el de nuestro entorno más cercano y encontraremos a alguna víctima de delito o violencia,
o revisar las noticias que muestran escenas delictivas constantes. Es por ello que llama la atención que nuestras autoridades procuren minimizar el tema considerando que se trata de un problema de percepción (ex ministro del interior) o de histeria (ex primer ministro), o que el primer mandatario
exponga “No sé si será el mayor problema del Perú. No tengo ni una bola de cristal y obviamente las encuestas son encuestas. Pero sí creo que es un problema importante que lo tiene el peruano que vive día a día”.
En todos estos casos, se pretende cubrir un real y gran problema que nos amenaza día a día. Según el Informe Regional de Desarrollo Humano 2013 – 2014, “Seguridad Ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina”, desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), en nuestro país la percepción de inseguridad es de 50% y el deterioro de esta alcanza el 45.6%, mientras que el de victimización directa es del 28.1%. Asimismo, se da cuenta que un 16.3% ha sentido la necesidad de cambiar de barrio por temor a la delincuencia.